22 de noviembre de 2012

Ensayo sobre la novela "Los Sapos de la Memoria"


PROHIBIDO OLVIDAR

“Cuando no recordamos lo que nos pasa, nos puede suceder la misma cosa.
Son esas mismas cosas que nos marginan, nos matan la memoria
nos queman las ideas, nos quitan las palabras”. Litto Nebbia

La violencia hacia las personas, a veces nos quita fuerzas.
En Argentina el 24 de marzo es el Día Nacional de la Memoria, fecha en la cual se recuerda  el Golpe de Estado de 1976 que fue el que marcó un antes y un después en la historia Argentina. La dictadura militar ha sido un acontecimiento que golpeó a todos: padres, madres, abuelas, hijos, nietos, etc. La generación de ese entonces quedó marcada con tal situación, si bien hubo seis golpes de estado en total, el último fue el más sangriento.
Muchas personas aseguran que tal vez era necesario que sucediera, ya que en ese entonces  había descontrol económico, violencia política y era evidente que el gobierno estaba en desunión. El golpe de estado supuestamente serviría para reorganizar la Nación, pero se les fue la mano.
Para dar mi opinión sobre esto me baso en lo que me contaron y cuentan: mi papá, tíos, conocidos que vivieron ese momento,  y la información leída.
 Los militares implementaron el terror para poner “orden”. Una persona normal no podía salir de su hogar sin el miedo de ser secuestrado. Existían el toque de queda, es decir que se podía estar hasta cierta hora en las calles. No se era libre para expresar los propios ideales, no se podían festejar  cumpleaños, y si lo hacían y los militares veían  mucha gente,  se armaba un revuelo. No se podía ser partidario de ningún grupo político, social o sindical;  a los montoneros (guerrilleros ) los asesinaban, ni hablar de las personas que eran secuestradas de las calles o sus propias casas y que estaban indocumentadas o parecían sospechosos de ser guerrilleros. Cualquiera era sospechoso: estudiantes, sindicalistas, intelectuales, profesionales. Cuando pensaban que eran de los revolucionarios, los torturaban como querían. Para esto utilizaban  picanas eléctricas, bolsas en  la cabeza, etc. Los inocentes eran culpables y luego estos mismos eran los famosos “desaparecidos” de los cuales nunca más se sabía.
Mi padre me contó que para esa época tenía apenas 10 años: “esa mañana de abril de 1977 camino a la escuela yendo a buscar a mi compañero, escuché disparos cerca de mi casa en barrio Guadalupe. Los militares habían cercado la cuadra ubicada en la esquina de Javier de la Rosa y Güemes más precisamente. No se podía pasar por allí. Yo pude observar desde la casa de mi compañero que vivía en la esquina diagonal a la casa donde entraron los militares, el enfrentamiento que duró entre 20 y 30 minutos aproximadamente. Miraba cómo salía humo de los gases lacrimógenos. Cuando se disipó el humo y cesaron los disparos, los militares entraron a sacar los cuerpos. Entre dos personas  los arrojaban hacia el camión como si fueran bolsas de papa, cubiertos de sangre. Luego apareció  otro camión del ejército en el cual cargaban los muebles de esa misma casa. La vaciaron. Cuando los militares se fueron quedaron dos soldados custodiando la casa. Pude reconocer a uno de ellos que era un soldado conocido del barrio. Le pedí permiso para observar por la ventana con mi compañero, de curiosos y vimos los agujeros producto de los disparos, ventanas rotas, rastros de masa encefálica con restos de cabello, sangre en las paredes y en el piso. El olor a sangre se confundía con el olor a pólvora y a  los gases. Fue algo difícil de olvidar lo que viví en ese momento. Tiempo después, en el año 2008,  supe por el diario que encontraron cuatro cuerpos N-N enterrados en una fosa común en el Cementerio Municipal, los que fueron identificados como los que habían muerto en abril de 1977”.
Hay libros novelados que ficcionalizan sobre esa época, por ejemplo: “Cruzar la Noche” de Alicia Barberis, “Los Sapos de la Memoria” de Graciela Bialet, etc. Una cita de este último de Mariana Caffaratti hace referencia a los vuelos de la muerte en los que ataban a muchas personas, los encapuchaban, y desde un avión los lanzaban al mar.
Actualmente,  los líderes culpables de tanta violencia están presos, fallecidos, ¿Pero de qué sirve? Lo hecho, hecho está.  La etapa de la dictadura fue muy sanguinaria, violenta y cruel, no respetó los Derechos Humanos. La vida no tenía valor. Personas inocentes padecieron eso. Muchos hijos de desaparecidos se preguntan por sus padres, ¿Dónde estarán?, ¿Muertos?, ¿Vivos? ¿Qué habrá sido de ellos? Preguntas que hasta el día de hoy, transcurridos 36 años, no tienen respuesta alguna.
Hoy, año 2012 me gustaría que los que son niños hoy, el día de mañana vivan una etapa feliz como la que yo estoy viviendo. Los adolescentes vivimos en libertad de pensamiento, tenemos boleto estudiantil  y no hay nadie que nos prohíba el derecho a expresarnos.
Uno nunca sabe el porvenir del país. Solo espero que no exista nunca más: Totalitarismo, Dictadura Militar, “La noche de los lápices”, represión, violencia, silencio.
En memoria de los desaparecidos, personas que sufrieron y familiares, nunca olvidemos.

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